El rito
Diez de la noche de cualquier 23 de agosto. La plaza de España de Sepúlveda permanece a oscuras. Una multitud se arremolina en los alrededores de la Iglesia de San Bartolomé. El vociferante público, mayoritaria juvenil, reclama la presencia de los protagonistas del rito. Es la hora de los diablillos. Puntuales a su anual cita con la libertad, los diablillos, van saliendo, uno tras otro, de la calle que lleva el nombre del santo. Sortean una gran hoguera y aparecen, con sus trajes rojos, en lo alto de la escalinata de San Bartolomé. bajan veloces, zigzagueando los 26 peldaños, hasta encararse con los presentes. Escobazo va, escobazo viene, el gentío intenta escabullir los golpes. Carreras anárquicas, sin rumbo fijo, y juerga, mucha juerga. Sepúlveda entera celebra San Bartolomé. Las fiestas de los toros (el último fin de semana de agosto) ya están aquí, y el diablillo significa el arranque del jolgorio.
El Origen
Las biografías de San Bartolomé cuenta que, estando predicando en la India, el apóstol fue mandado llamar por Polimio, un poderoso rey, que tenía una hija endemoniada. Una vez en la corte, el santo contempló que tenían a la enferma atada con cadenas porque atacaba a mordiscos a cuentos se acercaban a ella. San Bartolomé mandó entonces que libraran a la princesa de las ataduras. Los criados del rey no se atrevían a desatarla, pero el santo insistió: "Haced lo que os mando; no tengáis miedo; no os morderá, porque ya tengo yo bien atado el demonio que la domina". Los criados desataron a la joven, y ésta, en aquel mismo instante, quedó totalmente curada.
La Tradición
Una creencia popular sepulvedana cree que hay una noche al año, la del 23 de agosto, en la que el apóstol suelta al diablo de las cadenas que le atan, sucediéndose entonces el rito de los "diablillos" que dura largo rato, hasta que, sobre las diez y media de la noche, una última carrera de los seis diablillos, todos juntos, cierra el acto. los diablillos vuelven a subir entonces hasta la iglesia de San Bartolomé, porque se supone "que el santo vuelve a atarles".
Antigüedad y Evolución
El origen de la fiesta del diablillo se pierde en la noche de los tiempos. En Sepúlveda nadie sabe, a ciencia cierta, su arranque, aunque las personas de mayor edad aseguran que sus abuelos ya participaban en el rito. De hecho, es sabido que ni durante la Guerra Civil española (1936 - 1939) se rompió la tradición. Con el paso de los años, la fiesta ha ido evolucionando. Así, se perdieron las cadenas que llevaba el diablillo en los tobillos, y también fue incrementándose progresivamente el número de diablillos, pasando de uno a seis. En 2008, el vestuario de los diablillos fue renovado.